¿Scrum, Kanban o caos? Así funcionan realmente los equipos de TI

Ambrosio Nevarez
13 Min Read

En el mundo de los proyectos tecnológicos y el desarrollo de software, escucharás hablar de varias metodologías y enfoques para gestionar tareas y equipos. Entre los más populares están Scrum y Kanban, pero también está esa otra realidad que muchos enfrentan: el caos absoluto. La verdad es que en la práctica, ningún equipo funciona exactamente como en los libros de metodologías, y entender qué pasa realmente detrás de escena puede ayudarte a tomar decisiones más informadas para tu propio trabajo o equipo.

En este artículo, vamos a recorrer cómo los equipos de TI trabajan en realidad día a día, dejando de lado los mitos y la teoría para explorar qué funciona, qué no, y cuál podría ser la mejor estrategia para ti.

Si alguna vez te has preguntado si tu equipo debería seguir una estructura estricta o si quizás es mejor dejar que fluya sin reglas, acá te contamos todo lo que necesitas saber. Prepárate para una mirada honesta y práctica sobre cómo se gestionan los proyectos tecnológicos en la vida real.

Primero, hay que entender que cada método tiene su filosofía, pero la verdad es que en la práctica, los equipos a menudo mezclan varias de ellas o terminan en un estado intermedio. No existe un único camino correcto, sino diferentes niveles de orden y flexibilidad que cada equipo adapta según su cultura, tamaño y tipo de proyecto.

El método Scrum, por ejemplo, propone ciclos cortos y estructurados llamados sprints, en los que el equipo se compromete a entregar un conjunto de tareas en un periodo estable, generalmente de dos a cuatro semanas. La idea es tener reuniones diarias, revisiones y planificaciones que ayuden a mantener el foco y la disciplina.

En la práctica, muchos equipos disfrutan de esa estructura porque les da una idea clara de qué deben hacer, pero también hay momentos en que el ritmo se vuelve muy rígido, y eso puede generar estrés o frustración si no se ajusta bien a la cultura del equipo o a la complejidad del proyecto.

Por otro lado, Kanban se basa en un flujo continuo, donde las tareas se visualizan en un tablero y se mueven de una columna a otra a medida que avanzan. La clave está en limitar el trabajo en progreso para no sobrecargar al equipo y mantener un ritmo constante.

El trabajo con Kanban suele ser más flexible y menos meticuloso. En la práctica, muchos equipos prefieren esta metodología porque les permite responder rápidamente a cambios y gestionar tareas en tiempo real, sin esperar a que termine un sprint completo. Sin embargo, también puede volverse caótico si no se controla bien la cantidad de tareas en proceso, y sin una disciplina constante, el tablero puede llenarse de tareas sin culminar, generando confusión.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando los equipos no siguen ninguna metodología y simplemente se dejan llevar por el día a día? Ahí aparece lo que algunos llaman el “caos controlado” o, en un tono menos positivo, simplemente el desorden.

Este caos puede tener varias causas. Muchas veces, sucede cuando los equipos están desorganizados, trabajan sin prioridades claras o no tienen suficiente comunicación. La realidad es que, en muchas empresas, el equipo de TI termina improvisando, manejando tareas de emergencia y cambiando de prioridades constantemente, sobre todo en entornos donde no hay una estrategia definida.

A veces, este caos resulta en una rápida adaptación a los imprevistos, y en ciertos casos, puede parecer una forma de ser “ágil” y flexible. Sin embargo, a la larga, suele generar problemas: tareas olvidadas, expectativas incumplidas y mucho estrés.

Una diferencia clave en la práctica, entre metodologías como Scrum y Kanban, y el caos, radica en la visibilidad y la planificación. Ambos métodos ofrecen herramientas para saber qué está pasando y para coordinar esfuerzos, pero en el caos, esa visibilidad muchas veces se pierde. Los plazos no se cumplen, las prioridades cambian todo el tiempo y la comunicación puede ser confusa.

Por eso, muchos equipos se ven atrapados en un equilibrio delicado entre orden y desorden. Algunos adoptan prácticas híbridas, combinando lo mejor de ambos mundos: sprints cortos y reuniones de revisión, junto con un flujo flexible que les permite responder a cambios de última hora.

El desafío principal en el día a día es encontrar ese equilibrio donde el equipo puede avanzar de manera estructurada, pero sin sentirse atrapado en procedimientos rígidos. La flexibilidad es clave, pero sin perder el control, con una visión clara de los objetivos y las prioridades.

Es muy común que en la práctica, el equipo adapte la metodología a su cultura y necesidades específicas. Algunos equipos aplican Scrum en proyectos complejos y escalables, pero también usan Kanban para tareas de soporte y mantenimiento. Otros, simplemente improvisan, tratando de gestionar las tareas según les parece.

Un problema frecuente en los equipos en caos es la falta de una comunicación efectiva. Cuando no hay reuniones regulares o una herramienta para visualizar el trabajo, los malentendidos se multiplican y las tareas terminan enredadas o duplicadas. La comunicación, en la mayoría de los casos, es la clave para mantener cierta calma en ese mar de tareas.

La documentación también juega un papel importante. Los equipos que documentan decisiones y tareas facilitan el seguimiento, incluso cuando están en modo caos. Sin embargo, en el día a día, muchas veces esa documentación se vuelve una tarea pendiente más, y termina descuidada.

Un aspecto interesante de estas metodologías y del caos es cómo influyen en la cultura del equipo. Scrum, por ejemplo, fomenta la disciplina y la responsabilidad compartida, mientras que Kanban puede promover la autonomía y la adaptabilidad. El caos, en cambio, suele estar asociado con una cultura menos estructurada, donde cada uno hace lo que puede y cuando puede.

El liderazgo también marca la diferencia: en equipos con liderazgo fuerte, la implementación de Scrum o Kanban puede ser más efectiva, ya que se mantiene la disciplina y el foco. En entornos sin dirección clara, el caos puede crecer, y la productividad se resentir.

Pero no todo es blanco o negro. La realidad es que muchas veces los equipos se encuentran en un punto intermedio, combinando aspectos de varias metodologías en función de la situación del proyecto, del equipo y de la cultura organizacional. Lo importante es mantener un equilibrio que facilite avanzar sin perder el rumbo.

Una estrategia común en la práctica es establecer bloques de trabajo con cierto grado de estructura y, dentro de ellos, permitir flexibilidad para responder a cambios o urgencias. Esto ayuda a mantener cierto orden sin sacrificar la agilidad necesaria en entornos dinámicos.

Otra tendencia interesante es el enfoque ágil incremental y evolutivo, donde se entregan pequeñas mejoras continuamente, en lugar de tratar de planear y ejecutar en grandes bloques. Esto también ayuda a reducir el caos, al dividir el trabajo en partes manejables y tener visibilidad constante del progreso.

En los entornos de TI, la tecnología misma puede ser una aliada o una fuente de caos. Herramientas de gestión de tareas, comunicación en equipo, integración continua y automatización ayudan mucho a mantener el control. Sin embargo, si las herramientas no se usan bien o si el equipo no está alineado, pueden convertirse en otra fuente de confusión.

Por ejemplo, en algunos equipos, los tableros Kanban en línea o las reuniones diarias ayudan a hacer visible el trabajo y facilitar la coordinación. Pero si esas reuniones son demasiado largas o poco productivas, terminan siendo una pérdida de tiempo y contribuyen al caos.

Por otro lado, en equipos que usan Scrum, las reuniones de sprint y las revisiones ayudan a mantener un foco, pero si se vuelven una rutina mecánica sin reflexión, pueden perder efectividad. La clave está en hacer que esas prácticas sean flexibles y adaptarlas a la realidad del equipo.

Un punto fundamental en todos estos enfoques es la autogestión. Equipos que aprenden a organizarse y a priorizar de manera autónoma suelen ser más efectivos, siempre y cuando tengan una cultura de confianza y comunicación abierta. La autogestión ayuda a reducir la dependencia de una figura de autoridad y fomenta la responsabilidad compartida.

Pero ojo, la autogestión no significa hacer lo que uno quiere sin coordinarse. Requiere disciplina, claridad en roles y objetivos claros, algo que muchas veces en el caos no sucede. Es un proceso que lleva tiempo y requiere compromiso de todos.

Otra realidad cotidiana en los equipos de TI es la multitarea y la gestión de prioridades cambiantes. Muchas veces, los profesionales trabajan en varias tareas simultáneamente, saltando de una a otra sin un orden claro, lo que puede ser muy frustrante y poco eficiente.

Aquí, tanto Scrum como Kanban buscan aliviar esa situación mediante la visualización del trabajo y el establecimiento de límites en el trabajo en curso. Sin embargo, en la práctica, los límites muchas veces se rompen por urgencias o malentendidos, provocando que el equipo se estrelle contra un muro de tareas acumuladas.

En esos momentos, la gestión del tiempo y la priorización vuelven a ser protagonistas. La capacidad de decir no, o de ajustar las expectativas, es clave para evitar que el caos se vuelva inmanejable.

Es importante también entender que ningún método es infalible. Todos tienen ventajas y desventajas, y lo más efectivo en la práctica suele ser un enfoque adaptativo y flexible. La clave está en aprender a ajustar, a evaluar qué funciona y qué no, y en mantener una comunicación abierta y constante.

Finalmente, en la realidad de los equipos de TI, la clave es que no hay una respuesta única. Scrum, Kanban, el caos, o mezclas híbridas: todos tienen su lugar, y cada equipo debe experimentar, aprender y ajustar según sus necesidades.

Lo importante es mantener el foco en los objetivos, gestionar bien las expectativas y, sobre todo, entender que el éxito no depende solo de la metodología, sino de la cultura, la comunicación y la adaptabilidad del equipo.

En conclusión, gestionar proyectos tecnológicos no es solo aplicar una metodología, sino entender cómo funciona en la práctica y cómo adaptarla a tu realidad. La flexibilidad, la comunicación y la disciplina son las verdaderas claves para que los equipos de TI puedan navegar entre orden y caos y seguir avanzando con éxito.

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